domingo, 22 de mayo de 2011

Luz

   Desde la camilla de la ambulancia ella me coge la mano, me besa la frente, llora, se desgarra, está preocupada.

- ¿Estás bien?, ¿me escuchas? respóndeme.

- Si, Ana, si, estoy aquí. Casi no puedo respirar.

- Oh Dios, menos mal, creía que te había perdido para siempre, perdóname, no quise echarte así de casa, perdóname, por favor, ni siquiera siento todo lo que te dije, sólo siento que te quiero y que quiero que olvides todo lo que nos dijimos, porque todo era mentira.

- Cógeme la mano. Ana la muerte me ha rozado, ha estado tan cerca y no ha sido por casualidad; Dios me ha dado una segunda oportunidad.

- Pero cariño, si tú eres ateo.

- Si, lo sé. Ana, he sido un golfo toda mi vida, y ahora me quiero casar contigo.

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