lunes, 23 de mayo de 2011

Maltrato

      Lo peor de las desgracias es que no suelen anunciarse, no hay perros que aullen al amanecer, ni ecos de campanas que anuncien el día de nuestra muerte, cuando te aproximas, una nunca sabe lo que va a suceder, si pasará un taciturno, lloroso y  afligido fin del fin de semana o vivirá la mayor desgracia del pase de la tarde de domingo. Sensación ácida, escalofrío, descarga, ese cierre involuntario de ojos que te paraliza la respiración allá dónde la haya encontrado, los dedos de las manos se estiran intenando prolongarte más, y más y más; cada poro se levanta ante la llamada, es un relampago que solo puede estallar con un pequeño gemido, como séptimo de caballería. En este momento me abandono, ahora no importa nada, levito. Cuando rozas el cuello es indescriptible pero ataca directamente al estómago, estoy aquí y si, ahora si soy para ti.

      Es cuando tus mano me rodean por detrás, unas manos que no tienen cuerpo ni cabeza, ni siquiera me rozas, solo pasas a cinco centimetros de mí, cuando pasas, la vida. Ahora tu mano airea mi pecho, ha sido como... cuando uno va a morir, y la última descarga del electroshock, el último espasmo, abandona la ida para devolverme del más allá hasta el más allá. Mi cabeza en la tuya, estás detrás y ha sido traspasarme a ti, ahor sabemos en lo que pensamos, en nada más. Estoy quebrantada. Somos transparentes, la luz, color carne, pasa por nosotros y proyecta pornografía en la pared.

     Todo esto me importa, eres tú. Verte domir, pertenecernos, auxiliarnos, engancharnos cuando estas aquí y yo aquí. Cuando te callas y me miras, y te miro, y miramos y no nos tocamos. Pensar que tus manos están allí y no aquí, traerte aquí estando allí. Que te ensucio. Tus manos acaban de eclipsar las mias, por detrás, se meten hacia delante, suben hasta las muñeca y tiran, y aprietan, como si quisieran subirme a mi también, entera, ofrecida a ti.  Te miro y sonríes, es como cuando huele a jazmín por la noche, en verano, y está oscuro, y te has ido a escondete detrás del muro, sentada en la tierra mojada, rozandote las manos y esperando ver por dónde viene el beso. Esperar que te vas, que te esperan en otro lugar, verte llegar justo cuando te vas, decir que te vas cuando en realidad quieres llegar, o que vienes, cando llega, porque llegas y no te vas y te veo marchar. Que te quedas conmigo.

     Lo difícil, lo peligroso, lo atrevido, que parece llegar a ser casi imposible, lo hace todo mucho más atractivo y lo sé, algo en mi desorientado estómago, algo que me pone de rodillas, me rebaja, me degrada, me encanalla a incorporarme a ti, a tu vientre, que me revuelca.

domingo, 22 de mayo de 2011

Luz

   Desde la camilla de la ambulancia ella me coge la mano, me besa la frente, llora, se desgarra, está preocupada.

- ¿Estás bien?, ¿me escuchas? respóndeme.

- Si, Ana, si, estoy aquí. Casi no puedo respirar.

- Oh Dios, menos mal, creía que te había perdido para siempre, perdóname, no quise echarte así de casa, perdóname, por favor, ni siquiera siento todo lo que te dije, sólo siento que te quiero y que quiero que olvides todo lo que nos dijimos, porque todo era mentira.

- Cógeme la mano. Ana la muerte me ha rozado, ha estado tan cerca y no ha sido por casualidad; Dios me ha dado una segunda oportunidad.

- Pero cariño, si tú eres ateo.

- Si, lo sé. Ana, he sido un golfo toda mi vida, y ahora me quiero casar contigo.